Malí y el fracaso de la paz

Víctor de Currea-Lugo | 6 de abril de 2012

El país africano queda dividido entre el Sur, en manos de militares golpistas, y el Norte, en manos de los rebeldes. Una corrupción de 50 años y el mal gobierno son las razones para que los rebeldes declararan su separación.

En el territorio de la histórica ciudad de Tombuctú hay una revuelta tuareg (pueblo de tradición nómada) y un golpe militar. La agenda tuareg no es nueva, su reivindicación es común a muchas otras zonas: ante las fronteras impuestas por Europa, que no respetan las identidades territoriales, piden la inclusión de las minorías, luego giran hacia el separatismo, pasando por peticiones de autonomía y de beneficios provenientes de la explotación de sus recursos por compañías extranjeras.

Ayer, el Movimiento Nacional por la Liberación del Azawad (MNLA), una expresión militar de las comunidades tuaregs, declararon la independencia de Azawad, un territorio que reclaman como propio y en donde buscan crear una entidad política.

Previos levantamientos tuaregs se vivieron en 1962, 1990 y 2007, y entonces fueron aplastados brutalmente. En enero de 2012 empezó una nueva insurrección, gracias al arribo de combatientes provenientes de Libia, el fracaso de un proceso de paz y los crímenes contra la población civil cometidos por el ejército de Malí. Los medios acusan a los tuaregs de haber servido a Gadafi, pero según el MNLA sus filas están compuestas por tuaregs que participaron en los levantamientos de años anteriores, desertores del ejército, y son sólo unos pocos los que regresaron de Libia, luego de luchar a favor de los rebeldes de ese país, contrario a lo que dice la prensa.

El 22 de marzo, a 40 días de las elecciones presidenciales, un grupo de militares, bajo la dirección del capitán Amadou Sanogo, derrocó al presidente Amadou Toumani Touré, a quien acusaron de debilidad frente a los tuaregs y de no equipar adecuadamente a sus tropas para enfrentar la rebelión en Azawad, en donde perdieron el control. A comienzos de abril, los rebeldes ya tenían el control total de las regiones de Kidal, Gao y Tombuctú, y de sus capitales con los mismos nombres.

Por su parte, el gobierno militar del capitán Sanogo ha enfrentado una creciente presión de otros gobiernos agrupados en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao), cuyos miembros impusieron sanciones a los militares golpistas. Los países vecinos buscan una “salida africana a un problema africano”, luego del fracaso de la Liga Árabe en el caso de Siria y de la misma Unión Africana en Libia.

Independientemente del camino que ahora tome Malí, la situación del país —escenario de un golpe militar, dividido en dos por la declaración de independencia tuareg de Azawad y las críticas de la comunidad internacional— deja varias lecciones: una de ellas es que el golpe militar expresa el descontento de unas fuerzas armadas que se sienten abandonadas por su propio gobierno y el rechazo de un sector de la sociedad (especialmente familiares de militares) que se opone a un proceso de paz con los tuaregs. Esto sin desconocer que un sector militar sediento de poder usó como excusa la revuelta del norte.

El problema no eran los diálogos de paz, pues el golpista Sanogo ha invitado a los tuaregs a la mesa de diálogo. El lío es ‘cómo’ desarrollar una eventual conversación, que no sólo necesita de la participación de los militares sino también de un proceso social que legitime las acciones de pacificación. Decenas de funcionarios públicos han firmado su renuncia a los cargos del gobierno de Malí afirmando su apoyo al MNLA.

Aunque según algunas fuentes, en Tombuctú habría tensiones entre el MNLA y grupos salafistas (como el Ansar el Din, cercano a Al Qaeda del Magreb Islámico, AQMI), el MNLA lo ha desmentido, asegurando que la poca presencia del AQMI en Malí ha sido usada como una excusa para prevenir toda lucha por la autonomía, presentando así la protesta como un acto de terrorismo y legitimando por tanto las acciones militares contra la población civil. De hecho, los rebeldes han emitido varios comunicados en donde señalan a Al Qaeda como traficantes y terroristas.

La violencia en Malí les daría a los tuaregs lo que los franceses primero y los malienses después les negaron: un territorio propio, una región donde implementar la agenda por la que han luchado por 55 años. En otras palabras, el fin de una descolonización inconclusa y mal hecha. Así las cosas, caricaturizar a los tuaregs alimentando su persecución a lo largo y ancho de Malí, definirlos como ‘terroristas’, asociarlos con Al Qaeda y desconocer la exclusión que han sufrido, serían parte de los ingredientes para asegurar el fracaso de la paz.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/mali-y-el-fracaso-de-paz-articulo-336668