La eterna mentira del incendio de Roma

Víctor de Currea-Lugo | 12 de octubre de 2022

Hace casi dos mil años, Roma fue incendiada por Nerón y culpó a los cristianos. Después de la acusación, la persecución contra los cristianos escaló. Ahora, en la guerra de Ucrania ha habido bombardeos a civiles y combates cerca de centrales nucleares, en el marco de acusaciones mutuas entre Rusia y Ucrania.

El Maine fue un barco de guerra de los Estados Unidos que, en 1898, explotó frente a las costas de La Habana. Este hecho inició la guerra entre España y Estados Unidos. Muchos apuntan a que fue un autosabotaje, una buena excusa, para que finalmente Estados Unidos se apropiara de Cuba, en ese entonces colonia española.

En 1933 el Parlamento alemán fue incendiado y el gobierno nazi acusó a los comunistas. En 1939 la Unión Soviética invadió Finlandia, alegando un ataque finlandés. Décadas después el Gobierno ruso reconoció que había sido el responsable. En 1946 sucedió el peor ataque terrorista en la Palestina histórica: el atentado al hotel Rey David, perpetrado por judíos sionistas que pretendieron hacerse pasar por árabes.

En algunos casos se discute sobre quién estuvo realmente detrás de ciertos hechos, por ejemplo, del ataque a las Torres Gemelas en septiembre de 2001. Pero, como dice el refrán, “no importa tanto quien lo hizo sino a quien le sirve”.

La guerra bebe a veces más de las mentiras que de las balas. Hace pocos días se produjeron varios atentados a los gasoductos que van desde Rusia hasta Alemania, a través del mar Báltico. Tanto Rusia como Estados Unidos coincidieron en que fue un ataque sin concordar en el autor.

Rusia no necesitaría atacar los gasoductos, pues le basta con cerrar la llave; tampoco Alemania que hubiera podido hacer lo mismo. Por eso algunos plantean que detrás puede estar Estados Unidos, ya que se beneficia al aumentar sus ventas de gas e incrementar las sanciones contra Rusia.

En un mundo que no depende de lo que suceda sino de lo que se diga que sucede, pues es muy fácil, dolorosamente fácil, mover a una sociedad entera a favor o en contra con solo una buena operación de falsa bandera.

Nadie puede razonar con una turba llena de sed de venganza y dispuesta a linchar a un presunto delincuente; difícil que una sociedad llena de miedo razone ante un aparente ataque inminente del enemigo; casi imposible negociar con un fanático sobre una falta cometida por su equipo y que ya, de entrada, da por sentado que nunca existió.

Luego del ataque al gasoducto, se produjo un ataque al puente que une a Rusia con Crimea y de nuevo empezaron los rumores: que si había sido un ataque ucraniano con un camión o con una embarcación. Incluso, algunos dijeron que fue una acción fruto de las tensiones entre facciones de los rusos. Lo cierto es que la respuesta de Moscú fue la de atacar con docenas de misiles a varias ciudades.

El problema es que no estamos ante una pelea de tenderos que venden trigo en el barrio, estamos frente a una guerra de quienes producen más del 30% del trigo en el mundo. Por eso, un chisme o un rumor sobre los tenderos puede desaparecer en varias horas o días o tener un impacto limitado, pero lo mismo a escala planetaria se mide en vidas humanas.

Publicado originalmente en Revista Raya