Víctor de Currea-Lugo | 24 de junio de 2021
Después de, por lo menos, tres años de presentar problemas de salud que lo obligaron a viajar a Cuba, Nicolás Rodríguez Bautista renuncia a sus cargos de dirección dentro del Ejército de Liberación Nacional (ELN).
Ya hay tantas especulaciones en las redes sociales y entre los llamados “elenólogos” sobre lo que representa esta renuncia que se vuelve a tejer, como en muchos casos, una leyenda mal informada y construida sobre la base de rumores y los prejuicios. Gabino (como también se le conoce) no renuncia por diferencias políticas, abandono de su lucha ni muerte en combate.
Efectivamente, Nicolás Rodríguez se encuentra en La Habana desde que el entonces presidente Juan Manuel Santos, como parte de un gesto humanitario, garantizó su traslado a la isla para un tratamiento médico, es decir, hace más de tres años. Allí lo entrevisté por última vez. Así que sus problemas de salud son conocidos desde hace tiempo y no son un hecho reciente.
Su renuncia fue firmada el 1 de mayo, entonces, llevaríamos casi dos meses sin que se haya producido ninguna alteración pública del comportamiento político y militar de los diferentes frentes, lo que desdice una fractura interna del ELN o un supuesto reacomodamiento brusco en una aparente pugna por el poder.
Que hay tensiones en el ELN… No conozco ningún grupo humano que no las tenga, esto aplica a Estados, organizaciones no gubernamentales, instituciones caritativas y de cualquier carácter. Lo que sí es cierto es que la decisión de Nicolás Rodríguez permite una transición fluida del ELN.
Los ascensos que se producen no son más que la ratificación del Quinto Congreso del ELN que había nombrado un Comando Central compuesto, entre otros, por Antonio García ahora primer comandante, a Pablo Beltrán ahora segundo comandante y a Pablo Marín (conocido como Pablito Arauca) tercer comandante.
Antonio García es un histórico del ELN y bastante claro en sus posturas; ya había encabezado misiones de negociación, como la fase preliminar del último intento de alcanzar la paz. En las entrevistas que le hice siempre vi su voluntad de paz, pero no de claudicación.
Pablo Beltrán es el jefe de negociación que permanece en La Habana todavía esperando que el Gobierno colombiano dé señales de vida, lo interesante es que con su ratificación se mantiene también la unidad sobre la propuesta de paz que ha tenido el ELN.
Por su parte, Pablito sigue siendo parte del Comando Central y no actúa por fuera del ELN, como dicen algunos. Es más, la noticia desmiente los rumores de su muerte de hace pocas semanas.
Ahora Nicolás Rodríguez se ratifica como negociador ante un eventual proceso con el Gobierno, pese a sus enfermedades y a haber renunciado a sus cargos. Eso es altamente positivo porque su presencia confirma el respeto de todas las estructuras del ELN en una negociación (aunque puede haber disidencias como las ha habido en casi todos los procesos de paz del mundo), pero ante todo porque es un referente moral para esa organización.
Nicolás Rodríguez es un símbolo no solamente por haber sido primer comandante sino por ser el último de los fundadores del ELN y quien estuvo muy cerca de Camilo Torres Restrepo en las filas de la guerrilla.
La permanencia de Gabino en la mesa de negociaciones envía un mensaje importante, sin desconocer a Pablo Beltrán y la historia que tiene esa organización en las negociaciones recientes.
En últimas, esta noticia no es tan noticia. Simplemente, es la información de que una organización, con un profundo sello asambleario, hace una transición dentro de su dirección colectiva, mantiene las mismas figuras con cambios en el orden de los cargos, pero permanecen al frente Antonio, Pablo, Pablito y Nicolás Rodríguez (este último ahora solo como parte de la Delegación de Diálogos).
Ya se han producido cambios de jefes en el pasado, con la salida de los hermanos Vázquez-Castaño, así como con la muerte del cura Pérez, lo que no significó el fin del ELN. Los traumas que algunos intentan ver no son más que proyecciones de sus propios deseos. Por ejemplo, cuando murió Uriel en pocos días se supo de su reemplazo; sin embargo, no faltaron los “elenólogos” que salieron a anunciar que se había producido una terrible fractura, inevitable e histórica en el ELN.
Hay una machacona tendencia de ver divisiones, caos y crisis en una organización que en cuanto ilegal tiene información compartimentada; en cuanto armada, tiene tensiones internas propias de su naturaleza; y en cuanto política, tiene tensiones ideológicas.
Lo que se ve ahora es un reacomodo del ELN que no debería ser el foco de atención. La atención debería estar en el informe que el Gobierno de Iván Duque prometió entregar a los 30 días para evaluar el proceso de paz de esta organización con Santos y que parece ni siquiera se hizo; en por qué el Gobierno de Duque en los seis meses antes al ataque de la Escuela General Santander no dio un solo paso a favor de la paz; o en por qué ahora en un acto de oportunismo desentierran una propuesta de paz con ELN cuando ya el Gobierno de Duque tiene el sol a sus espaldas y las encuestas en su contra.