Víctor de Currea-Lugo / 8 de octubre de 2013
Los enfrentamientos entre miembros de ese grupo y el Ejército han dejado decenas de muertos en los últimos días. La sociedad de los Hermanos Musulmanes, o simplemente los Hermanos, que es otra forma como se refiere la gente en el mundo árabe a esa mezcla de organización social, cofradía religiosa, partido político, grupo armado (en algunos países) y ONG, fue fundada en Egipto hace 85 años. De allí se extendió por varios países de la región, como Jordania, Argelia y Sudán, convirtiéndose en una forma de “Internacional Islamista”.
A veces se presenta con un discurso más moderado, incluso más político que religioso: son los casos de las elecciones palestinas de 2006 que ganó la organización Hamás (sección palestina de los Hermanos) y de Mohamed Mursi en las elecciones de Egipto. Gracias a su extensa red de servicios sociales (escuelas, hospitales, guarderías) ha ganado una extensa legitimidad, a lo que ayudaron la exclusión político-económica y el autoritarismo de los gobiernos que enfrentan las revueltas árabes. Pero, paradójicamente, la Hermandad no confronta claramente el modelo neoliberal.
Cuando empezaron las marchas contra Mubarak, la Hermandad se sumó tarde, pero su capacidad de movilización fue determinante. Eso también les permitió sumar adeptos para ganar las elecciones de 2012 y fue precisamente así que un miembro de la Hermandad se convirtió en el primer presidente elegido en la historia de Egipto (antes hubo faraones, pachás, militares y hasta un rey, pero éstos no se eligieron democráticamente).
Sin embargo, la capacidad de gestión de la Hermandad fue bastante discutible; parecería que estaban preparados para la oposición, pero no para gobernar. Peleas internas complicaron aún más su gestión. Esta debilidad fue bien aprovechada por sectores políticos retrógrados, junto con el descontento contra Mursi, para alimentar el golpe militar de julio pasado.
En el plano internacional, es claro que los sectores contrarios a la Hermandad se congratularon con el golpe: desde Arabia Saudita hasta la Autoridad Palestina (en conflicto con Hamás), pasando por Israel. Catar, el gran mecenas de la Hermandad, está esperando mejores vientos para reposicionarse. Muchas voces tratan de vincular a la Hermandad con Al Qaeda, lo que en la práctica es desmentido por los choques armados entre los dos grupos en casos como Siria y Palestina. No se puede satanizar a una organización política por tener un alto componente religioso.
Voces del gobierno egipcio proponen ilegalizar a la Hermandad, repitiendo lo que hicieron los gobiernos militares desde 1952. Con el regreso de los Hermanos a la clandestinidad, la reconciliación política se complicaría. Los Hermanos son parte de la historia política de Egipto, tienen raíces sociales que no desaparecen con un decreto y menos con una masacre, pero su incapacidad para incluir a coptos, izquierdistas y liberales fue tal vez su más grande error: los cargos en su gobierno fueron dados principalmente a miembros de su organización.
Los Hermanos nacieron mucho antes de que Nasser llegara al poder, en 1952, y se van a extender por más tiempo. Aprendieron en medio de la represión bajo los gobiernos militares y sus elecciones amañadas, los juicios en contra de la Hermandad, la limitada apertura política de la década pasada y los años de satanización. No cejarán fácilmente en su empeño ni rendirán sus banderas, pero su convicción política no borra su agenda islamista, a veces incompatible con la democracia. En otras palabras, con ellos no se puede, y sin ellos tampoco.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/quienes-son-los-hermanos-articulo-451304