Víctor de Currea-Lugo | 5 de noviembre de 2018
Dramático el caso de Jamal Khashoggi, el periodista saudí asesinado en un consulado de Arabia Saudita en Estambul. Turquía investigó rastros del crimen, lo que es plausible. Lo que es condenable es que al tiempo que investiga la suerte de un muy valiente periodista saudí, calla frente a su propia persecución de los periodistas kurdos.
En Diyarbakir, capital simbólica de Kurdistán, Raci Bilici, que trabajaba en la Asociación de Derechos Humanos, una organización con treinta oficinas en Turquía, me dijo en junio de 2014 que tienen documentado más de mil casos de desaparición forzada, entre 1990 y 1994. Y que hay 400 fosas comunes en el oriente turco, donde estarían 4.000 cuerpos. Esa entrevista, junto con otros testimonios, fue publicada en la prensa colombiana en 2014. Por esta y otras declaraciones similares la prensa kurda ha sido perseguida por el que ahora pide “justicia” para el condenable caso del periodista Khashoggi.
En París, el 15 y 16 de marzo de este año, más de 400 personas asistieron a la sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre Turquía y los kurdos. Allí fueron presentadas pruebas de crímenes de guerra cometidos por Turquía contra los kurdos en los últimos dos años, incluyendo asesinatos, secuestros y ataques con explosivos. Hablar de esto es casi un delito dentro de Turquía.
En medio de la ofensiva turca, en el primer semestre de este año en Siria, según Human Rights Watch: “Las autoridades turcas detuvieron y procesaron a un gran número de personas en las últimas semanas por los mensajes en las redes sociales que criticaban la operación militar de Turquía en el distrito de Afrin (…) La represión viola el derecho a la expresión pacífica”. Es decir, la censura no solamente afecta a los periodistas sino a la libertad de expresión de cualquier persona en territorio turco.
La doble moral turca de, por un lado, hablar de ayuda humanitaria y, por otro, de reprimir refugiados es clara. La organización Human Rights Watchs, dijo que: “Las fuerzas de seguridad turcas han interceptado rutinariamente a cientos, y en ocasiones miles, de solicitantes de asilo en la frontera entre Turquía y Siria desde al menos diciembre de 2017 y los deportaron sumariamente a la gobernación de Idlib en Siria, destruida por la guerra (…) Los guardias fronterizos turcos han disparado contra los solicitantes de asilo que intentan ingresar a Turquía usando rutas de tráfico, matándolos e hiriéndolos, y han deportado a Idlib recién llegados sirios en la ciudad turca de Antakya, a 30 kilómetros de la frontera con Siria”.
Además de lo anterior, según Amnistía Internacional “El estado de excepción vigente en Turquía fue el telón de fondo de las violaciones de derechos humanos. La disidencia fue reprimida de forma implacable. Entre quienes sufrían esa represión había periodistas, activistas políticos y defensores y defensoras de los derechos humanos. Continuaron denunciándose actos de tortura, aunque en menor número que durante las semanas posteriores al intento de golpe de Estado de julio de 2016. La impunidad generalizada impidió que se llevara a cabo una investigación efectiva sobre las violaciones de derechos humanos cometidas por agentes del Estado.”
Zeynel Abidin Bulut, editor del periódico kurdo Azadiya Welat, me dijo que más de 70 periodistas kurdos han sido asesinados: “Sabemos que informar injusticias, puede sonar a propaganda, pero son hechos reales, no mentiras”. Es decir, que el crimen del periodista saudí genera una demanda de justicia, pero el homicidio de 70 periodistas kurdos no es motivo de alarma para Turquía.
Comunicadores y trabajadores de derechos humanos encarcelados es otra realidad. Este 2018, la directora de Amnistía Internacional para Europa, Gauri van Gulik, sostuvo que: “Las puertas de las prisiones turcas deben ahora abrirse de golpe para que los periodistas, activistas y defensores y defensoras de los derechos humanos, incluido el presidente de Amnistía Internacional de Turquía, Taner Kılıç, salgan libres”. Y sobre la continua censura de prensa, esto decía Amnistía: “Akın Atalay y el resto de los periodistas encarcelados indebidamente deben ser puestos de inmediato en libertad sin condiciones, y deben retirarse los cargos contra ellos. Es hora de que Turquía deje que los periodistas desempeñen libremente su fundamental labor.”
También este año, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos encontró violaciones al Convenio Europeo de Derechos Humanos, por parte de Turquía, en lo que refiere al derecho a la libertad de expresión. Según Ricardo Gutiérrez, Secretario General de la Federación Europea de Periodistas, “La Corte repite lo que hemos estado diciendo con nuestras afiliadas durante años a las autoridades turcas de que el periodismo no es un crimen y que los periodistas, como escritores o académicos en el país, no deben ser procesados por su trabajo u opiniones”.
PD: La presión a los periodistas también la ejerce Turquía a través de sus embajadas; por una columna donde yo sostenía que: “Miles han sido los muertos kurdos a manos del ejército turco, para dar solo un ejemplo” la embajadora de Turquía en Colombia presionó a un medio para censurar mis columnas, situación que me valió la salida de dicho portal. Ahora, ¿dirá ella que esta columna, llena de citas, es una infamia contra la “democracia turca” y que ella sí defiende la libertad de expresión, pero que está bien perseguir periodistas?
Fotografía: Mohammed bin Salman’s Saudi Arabia: A Deeper Look
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