Víctor de Currea-Lugo | 22 de abril de 2012
Hace unas semanas fue detenido el George Clooney, no por uso de sustancias ilegales, ni por manejar embriagado sino por protestar frente a la embajada de Sudán. Esa noticia logró más que muchos de los comunicados de las ONGs que trabajan denunciando la situación de derechos humanos en ese país africano.
Pero ¿qué pasa en Sudán? Desde 1956, año de su creación como Estado, hay una agenda de justicia social, inclusión y libertades pendiente de ser llevada a la práctica. Desde 2003 se está llevando a cabo un genocidio (como lo calificó la Corte Penal Internacional) en la región de Darfur; y desde julio de 2009, hay un nuevo país (Sudán del Sur) con el cual no se definen del todo los límites fronterizos, con el agravante de que la zona en disputa está sobre un lago de petróleo. Y desde 2011, la región de Kordofán sufre un conflicto armado.
Durante años George Clooney ha denunciado la situación de genocidio de Darfur. Visitó tanto a las víctimas en los campos de desplazados en Sudán, como a los refugiados en la frontera con Chad; se pronunció sobre la endemia de malaria en Sudán del Sur, de la fue afectado, y reveló los problemas de acceso a los medicamentos contra la malaria que deja miles de muertos en el mundo. Y recientemente protestó, frente a la embajada de Sudán en Washington, contra los bombardeos indiscriminados en la región de Kordofán.
Pero el protagonista de la falta de democracia en Sudán, el genocidio en Darfur, la separación del país y la violencia contra los civiles en Kordofan es otro: Omar Ahmed Al-Bashir, el presidente de Sudán, quien gobierna con el apoyo de China y sobre quien pesa una orden de captura por parte de la Corte Penal Internacional desde 2009. Al-Bashir, que está en el poder desde 1989, fruto de un golpe militar, está acusado de formar grupos paramilitares llamados “janjawed” (los jinetes del diablo), los cuales son responsables de la violencia en Darfur.
Hay otro personaje menos famoso, pero de igual relevancia. Sin embargo es un actor de reparto: Ahmed Haroun. Como responsable de la Comisión de Asuntos Humanitarios de Sudán, controló con mano fuerte los campos de desplazados de Darfur y ayudó en la conformación de paramilitares, y por esto, según la Corte Penal Internacional, es responsable de crímenes de guerra y de crímenes contra la humanidad, incluyendo casos de violencia sexual, asesinatos, transferencia forzada de personas, tortura y una larga lista de delitos. Irónicamente, él fue nombrado para dirigir una investigación sobre los crímenes en Darfur en 2007.
Posteriormente, como un gesto de desafío a la orden de captura en su contra por parte de la CPI, Haroun fue nombrado por Al-Bashir como gobernador de Kordofán, el otro frente de guerra de Sudán. En su nuevo cargo, se le ha visto dando orientaciones a su hombres de “no dejar prisioneros” durante sus acciones militares contra los rebeldes.
Kordofán enfrenta una crisis humanitaria comparable a la de Darfur. Los bombardeos de civiles son pan de cada día destruyendo pueblos enteros. Esto ha obligado a comunidades enteras a vivir entre las cuevas de los montes Nuba, donde los casos de desnutrición infantil se disparan.
Como si lo anterior fuera poco, las tensiones entre Sudán y Sudán del Norte llevaron a un escalamiento de la violencia por el control de Heglig, una pequeña ciudad en el borde entre los dos países. Heglig, ubicada en la provincia de Kordofán del Sur, contiene la mayor cantidad de reservas petroleras probadas de Sudán. Finalmente, Sudán del Sur retiró sus tropas.
El dictador se dio un baño de popularidad luego de su victoria militar, afirmó que va a “liberar a Sudán del Sur de sus gobernantes”, y amenazó con “limpiar a Darfur y a Kordofan de los insectos”. Como castigo, Al-Bashir anunció que prohibirá a Sudán del Sur usar el oleoducto que conecta Heglig y el Puerto de Sudán (en el mar Rojo) para exportar petróleo.
Al-Bashir no tiene nada que perder: si sale del poder se enfrentaría a los muchos enemigos que ha coleccionado desde 1989, y a la orden internacional de captura que pesa sobre él; el aumento en su popularidad luego de las escaramuzas militares contra Sudán del Sur le permite mantenerse en el poder apoyado de una extensa y criminal red clientelar; y la preocupación de la comunidad internacional por las relaciones entre Khartum y Juba, y sobre todo por el petróleo (la mayoría de China) los lleva a olvidar el genocidio de Darfur.
Es posible que las denuncias de Clooney no cambien el mundo ni salven vidas como si fuera un antibiótico, pero por lo menos no permanece mudo, ni usa a las víctimas para vender discos como hacen otros artistas. Por lo menos, hace unas semanas logró su objetivo: decirle al mundo que otro genocidio se cuece en Sudán sin que la comunidad internacional actúe.
Fotografía tomad de: George Clooney, durante su visita hace unos días a un campo de refugiados de Darfur, Sudán.AP