Querida Norma,
Hace mucho tiempo no te escribo, en parte porque la vida va siempre corriendo y dejando poco tiempo para los asuntos importantes y porque los viajes –mi gran afición- siguen absorbiendo mi tiempo, mis esfuerzos y mi dinero. Estuve en la India y te pensé mucho porque creo saber lo que piensas de Oriente. Sí, Oriente, así con mayúscula, con lo que eso significa a los ojos de muchos: paz, equilibrio, espiritualidad, solo queda Oriente.
Ya sabes que yo soy medio perezoso para esas cosas que toca cerrar los ojos para verlas. Alguna vez intenté hacer meditación y me echaron en la primera sesión porque me quedé dormido y empecé a roncar. No sé si me echaron por la incapacidad para disimular o por los ronquidos que despertaron al resto. En todo caso, esta vez, más viejo, traté en serio de hallar lo prometido: la espiritualidad.
Es claro que hay sitios y personas y circunstancias en las cuales es imposible encontrar la espiritualidad, por más que esas personas y sitios y circunstancias sean Made in East. Obviamente no es posible encontrar la espiritualidad en las pruebas nucleares del gobierno indio como un gesto de desafío a Pakistán por el crónico conflicto de Cachemira, ni tampoco en las reformas neoliberales poco espirituales a comienzos de la década pasada y que ahora seguirán con la privatización de las petroleras, la aerolínea nacional y los bancos. Y por supuesto, de ninguna manera en las filas del Partido del Congreso que ha gobernado por décadas, que posa con un discurso laico y progresista pero que nunca ha alterado el sistema de castas.
Para ser honesto, hay una larga lista de sitios en los cuales no hay espiritualidad: los buses de dos pisos, hechos al estilo inglés, pero conducidos al estilo colombiano, la inflación en aumento pues el espíritu todavía no cotiza en la bolsa, ni en las técnicas quirúrgicas occidentales que también usan algunas mujeres en India para embellecerse. A propósito, durante mi segunda semana en India fue capturado un prestigioso cirujano quien reconoció haber practicado más de 60 cirugías de riñones de manera ilegal; si vendes uno de tus riñones querida Normita puedes hacerte entre 400 y 800 dólares, que es una fortuna para mucha gente en la India espiritual. A la citada captura le siguieron investigaciones en 14 hospitales.
Hay gente optimista, pero la espiritualidad es algo más que optimismo, ¿o no? Un viejo de 70 años tiene un puesto de jugos de frutas en una calle de Mumbay (Bombay), Mumbay tiene más de 20 millones de habitantes y la India mil doscientos millones; el puesto de jugos, donde solo sobreviven 5 naranjas se llama National Juice Center, eso sí que es optimismo o humor negro o mala leche, pero no es espiritualidad, la espiritualidad debe ser algo más profundo.
Traté de pensar que el silencio es espiritual, como el silencio de Suecia, pero en Suecia la gente no es espiritual sino callada. Tal vez, pensé, en India haya otro tipo de silencio, pero la verdad no hay ningún tipo de silencio: ¿cómo puede alguien meditar entre millones de almas apretujadas en el tren como esclavos y viviendo peor que las vacas? En India, el hacinamiento no es un problema social, es una norma urbanística. Así que la vía espiritual aquí parece que rechaza la meditación reflexiva y solitaria, quien quiera meditar en ese estilo de las películas tiene que irse a Suecia.
Pensé que la clave podría ser la comida, ya sabes que los de la “Nueva Era” dicen que somos lo que comemos, y a mí me encanta el cerdo. Decidí probar con la comida, pero toda es picante, comerse esas cosas que harían sonrojar a un mexicano es un acto de masoquismo o a lo sumo de sacrificio penitente o estoicismo, pero nada de espiritual. Además, luego me enteré que el 47 % de los niños sufren algún grado de desnutrición, y no precisamente porque sufran de anorexia como las modelos de las revistas sino por falta de comida. Mientras hay gente muriendo de hambre en India, otros en su nombre prohiben consumir proteínas y ciertas comidas en restaurantes “indios” en Europa, así es la vida.
Pero dejemos la comida de lado y su fe en las vacas y vayamos a lo nuestro: la espiritualidad. Ésta no está definitivamente en las urbes, Mumbay no huele a espiritualidad: no hay “olor a santidad” como diría mi abuela Isabel, no, en India huele a mierda, a física mierda. No tienen alcantarillados ni agua potable y puedes ver miles y miles de casitas de cartón y latas a la orilla del tren que atraviesa la ciudad, miles y miles de personas en condiciones de absoluta miseria y sin esperanza alguna.
Pensé que podría estar en la tolerancia entre hindúes y musulmanes. En Guajarat, hace muchos años, hordas hindúes mataron 2.000 personas y destruyeron miles de casas como represalia por el ataque musulmán a un tren de fanáticos en el que murieron 50 personas. Y bueno, lo que te diga de tolerancia en Cachemira es lo mismo pero peor. Y esa violencia hoy se repite.
Pensé que la espiritualidad tal vez estuviera fuera de las urbes, en el campo, donde huele a campo, es decir a mierda pero de vaca. Pues resulta que me junté con un líder campesino de allí que me explicó algunas cosas de la India espiritual rural: el sistema de castas, por ejemplo, ese que la profesora Pepita me enseñaba en la escuela primaria todavía existe. Tus amigos antropólogos y posmodernos supongo que aceptan las castas: es parte de la cultura. La gente vive dentro de la noción de castas, sufren dentro de la noción de castas, se casan dentro de las castas y todas esas consecuencias son poco espirituales. Prácticamente, todos los partidos políticos dependen de los poderes regionales que a su vez dependen del sistema de castas.
Incluso, en algunas zonas existe la prima note o como se llame ¿Recuerdas la película esa Brave heart (Corazón Valiente)? Pues lo mismo, pero a lo indio: la primera noche de la boda, ella tiene que dormir, bueno, no exactamente dormir sino dejarse violar por el terrateniente del lugar o por alguno de sus hijos. Poco espiritual la costumbre.
Tal vez la espiritualidad podría ser encontrada en los contrastes. El contraste que más me afectó es, por ejemplo, los hoteles cinco estrellas y al lado las casas de los pobres. En el aeropuerto conocí una chica suiza que regresaba asombrada luego de la boda de su amiga india excompañera de estudios en Londres. Y yo creo que para asombrar a un suizo en eso del lujo y el dinero hay que tener bastante. Pero ese contraste tampoco nos lleva a la espiritualidad. Tampoco creo que sea espiritual la pobreza misma. Los padres agustinos parecerían millonarios al lado de estos pobres hambrientos, porque la pobreza de ellos, los últimos, no es ningún tipo de opción, como en el caso de los primeros, sino una imposición.
No hallé ni prácticas reflexivas sino vendedores callejeros, no encontré introspección y silencio sino un sistema de castas, no encontré espiritualidad sino miseria, injusticia y desesperanza. Tal vez la culpa la tiene Marx pues yo leí en algunos de sus libros su idea de que la religión es el opio del pueblo y la tengo tan interiorizada de tal manera que no puedo ver la espiritualidad y en cambio me pongo a perder el tiempo pensando en luchas de clases y cosas de esas. A veces voy más allá y digo que la cultura es la excusa del pueblo (y de los antropólogos).
Para mí, como bien lo sabes, una cosa es Occidente y otra es la modernidad. Voltaire no es un jugador del Real Madrid y el Contrato Social no es Menú de McDonald’s. Un comunista chino criticaba todo lo que tuviera sombra de Occidente e igualaba capitalismo y Occidente, como si Marx hubiera nacido en Sri Lanka y Engels hubiera crecido en Filipinas. La física de Einstein hizo la bomba pero también la medicina nuclear, aunque primero estuvo el invento de la pólvora: un aporte de la milenaria y oriental China a Occidente.
Los periódicos locales indios están llenos de las historias de los noviazgos de los actores y actrices de fama y de la moda de París, con lo cual lo espiritual, si existiese, es tan extraño a la propia India como a los occidentales.
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Te escribo esta segunda parte de la carta desde Holanda y pues resulta que la tal espiritualidad está por aquí. Tú sales de la estación central del tren en Amsterdam, sigues derecho unos 300 metros y luego doblas a la izquierda, como el que va directo al Barrio Rojo, pero antes de ver las tiendas llenas de dildos y revistas porno, doblas como el que va para el muelle y allí está “El Himalaya”; es un restaurante donde creen que están en India, huele tanto a incienso que un día van a morir de sobredosis y sólo sirven cosas verdes como si fuera una granja de conejos.
Las paredes están llenas de carteles de lo que debería ser la India espiritual, no la India “de pobres” que yo visité; adentro hay estatuas con mujeres de seis brazos y unas pinturas de seres con malformaciones congénitas, sí, porque ¿cómo más llamar a un ser que en vez de una nariz tiene un moco de un elefante? Pues comen como en una finca, huelen como en un ritual de semana santa y cobran como si estuvieran en New York. Cada vez me convenzo más de que hay un tipo de depresión y una forma de espiritualidad que es lujo y solo posible en Europa. No es lo mismo hacer yoga en Calcuta que en Londres.
Oriente fue solo una colonia más: Gran Bretaña era dueña de India y Holanda de Indonesia. La India espiritual no existe, fue creada en Hollywood. Y la India real fue creada por los ingleses, el capitalismo local y el mercado agrícola internacional. Es decir, ambas indias, la real y la soñada son Made in West (hechas en Occidente), Mandala no es lo mismo que Mandela; en “El Himalaya” un Buda vale 12 euros y la guía para la felicidad tan solo 20 euros.
Yo sé lo que es occidentalizarse, más o menos lo he visto en las calles palestinas, pero creo que no existe “orientalizarse” como palabra, pero sí como moda. Es algo así como “incienzar” el ambiente, ponerse un falso tercer ojo en la frente, no consumir carne por respeto a los derechos “humanos” de las vacas, comer callado y maldecir pasito. No existe alguien a quien podamos llamar un “indio puro” pero sí hay occidentales purificados en el falso orientalismo: eso sí que es asimilación (te lo digo yo, que soy de profesión inmigrante). Ya sé que no me crees 100 %, desconfiaría si lo hicieras, por eso te propongo la próxima cita en Mumbay o en Calcuta o en Nueva Delhi, para mostrarte que no miento, que una cosa es el sueño y otra la dura realidad de Oriente.
Pero bueno, esta carta no era para hablar de política ni de colonialismo sino para saludarte. Tal vez busqué en las calles más inadecuadas, de las ciudades más inadecuadas, del país más inadecuado: India, un país donde la pobreza no es virtual y se visten con esas ropas que parecen sedas porque son las más baratas del mercado. India, tiene 13 satélites en órbita y 800 millones de personas en la miseria. Creo que más que energía espiritual, a esos millones de pobres les gustaría tener la occidental energía eléctrica. El desarrollo de la red de trenes fue hecho pensando en exportar y no en construir un mercado nacional. Ahora el Banco Mundial financia trenes para lo mismo. Son trenes que no van en la vía de la espiritualidad.
Tal vez oriente está en otro lado. Total, para los indios su oriente es lo que nosotros llamamos occidente, esas cosas del relativismo que tanto te gustan. Bueno, un beso y que la paz sea contigo. Tu amigo de siempre y desde todas partes.
Publicado originalmente en Las 2 Orillas