De Roméo y el conflicto

Víctor de Currea-Lugo | 11 de mayo de 2012

Roméo sigue detenido por las FARC. Más allá del drama personal, él es una razón para hablar de nuevo del conflicto colombiano. Lo primero es que la guerra es real y las FARC no están acabadas. La muerte de los militares así lo prueba.

Lo segundo es que siendo el operativo básicamente antinarcóticos se encontraron con las FARC, cuya participación en la producción de narcóticos y en la defensa de laboratorios no es una cosa menor.

Tercero, que la sociedad es indolente con quienes la informan. Duele al patrioterismo que haya extranjeros que conocen mejor la guerra colombiana que muchos colombianos. No se trata de hacer del periodista un héroe, sino de reconocerle su contribución real a la sociedad.

En esa dinámica, es entendible que para informar se corran riesgos. Transmitir desde fuentes secundarias es más cómodo, sin duda, pero tiene problemas, incluso éticos. Observar la realidad implica firmar un papel o ponerse un casco y un chaleco para acceder a una zona. Todo indica que lo primero no fue cierto, pero sí lo segundo.

Roméo no es prisionero de guerra por dos cosas elementales del DIH: no es una guerra internacional, y dos, él no era combatiente. Un problema común en Colombia es que casi todos retuercen el DIH: las FARC para hablar de prisioneros y el Ejército para ver acciones terroristas. El país no puede aplicar el DIH a pedazos, a conveniencia.

Ahora viene el drama de la liberación. Allí el papel del CICR es discutible porque en esa zona no son bienvenidos por las FARC. Quedaría el papel de intermediario en manos de Colombianos por la Paz, con la ventaja de su experiencia y la desventaja del manejo mediático.

Lo que está en juego es otra cosa: la palabra de las FARC de no secuestrar y de avanzar en un camino hacia la paz, y la incapacidad del Ejército de proteger a sus propios invitados. Las FARC detuvieron herido a Roméo, supusieron que se trataba de un espía o algo similar. En principio, esto no es un secuestro, sino una detención en un contexto de combate, pero dejará de serlo si las FARC insisten en prolongar su retención.

Si las FARC fueran mínimamente sensatas, lo liberarían pronto con un mensaje de paz y algún video. Si no, el mensaje es claro: a pesar de las décadas de guerra, no han aprendido a hacer política.

El Ejército tiene que replantear que no se trata, como en la época de Uribe, de ganar la guerra en los titulares. Autodenominarse héroes resuelve el problema en ciertos círculos urbanos, pero no en el monte.

Un debate sobre la comunicación en medio del conflicto armado no puede ser fruto de la imposición de los que hacen la guerra, pero un debate así lo necesita el país. El problema es que una parte de la sociedad no quiere hablar de la dimensión real de la guerra ni de una salida de paz. La otra, como la que vive en la Unión Peneya (la zona de los combates), sufre una crisis humanitaria que no se menciona, en parte por atropellos del Ejército. Sin voluntad social de paz, importan menos los mensajes de paz que hagan las FARC y Santos. Y esa mentalidad de venganza ciega es una de las herencias de ocho años de uribismo.

Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/opinion/de-romeo-y-el-conflicto