Víctor de Currea-Lugo | 4 de septiembre de 2012
Luego del estrepitoso fracaso de Estados Unidos en Afganistán al tratar de imponer la democracia a punta de bombardeos e imponer a un presidente como Hamid Karzai, lleno de escándalos de corrupción y narcotráfico entre sus allegados; luego de varias elecciones amañadas que sólo sirvieron para pseudolegitimar el poder regional de los señores de la guerra; después del fallido intento por evitar el crecimiento exponencial de cultivos ilícitos que ahora alimentan a los talibanes y de aumentar el número de tropas estadounidenses, la única estrategia de salida de Estados Unidos —si acaso merece ser llamada así— es la ‘afganización’ del conflicto.
Este término es copia de lo que se hizo en Irak: allí fracasó la guerra de ocupación, el país se hundió en una guerra entre milicias chiitas y suníes, se creó un espacio para que Al Qaeda pudiera florecer, y un largo etcétera. En ese contexto, Estados Unidos decidió retirarse de Irak, no sin antes fortalecer unas fuerzas de seguridad locales a las que transferirles el control, decisión que se llamó la ‘iraquización’ del conflicto.
La idea es simple: crear y/o fortalecer a un grupo de locales que reciben entrenamiento militar, cierta tecnología y apoyo logístico para que cumplan tareas de seguridad y a quienes transferirles los pocos territorios bajo control de los ocupantes, de manera que las tropas de los Estados Unidos y sus aliados puedan retirarse con cierta dignidad. Lo que pase después no importa.
En Afganistán, en lo que va de 2012, las tropas ocupantes se han visto envueltas en varios escándalos: quema de copias del Corán, asesinato de civiles en Kandahar, profanación de cadáveres, etc. La incapacidad de remontar en prestigio por medio de “operaciones cívico-militares” (táctica llamada “ganando corazones y mentes”) y de evitar el aumento del apoyo popular a los talibanes (no por mérito propio sino por los mortales errores de los ocupantes), a lo que se suman las presiones preelectorales en Estados Unidos, llevaron a enfatizar la ‘afganización’ como alternativa.
Tanto rencor acumulado por la pésima gestión del conflicto por parte de los ocupantes sigue pasando factura. Muchos de los últimos ataques contra los Estados Unidos y sus aliados no vienen desde fuera sino desde dentro: desde las filas de las fuerzas afganas de seguridad en formación. Ya van 34 ataques en 2012, en los cuales afganos recién entrenados se van en contra de sus propios entrenadores, empantanando aún más la salida de las tropas y debilitando el traslado de responsabilidades.
Esos ataques se alimentan, además, de la mala gestión del presidente Karzai. Todos los indicadores sociales y económicos del país son desalentadores: desempleo del 35% y cientos de miles de viudas, huérfanos y drogadictos. Ninguno de ellos ha encontrado una respuesta en la ocupación, pero sí a un responsable a quien atacar.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/el-fracaso-de-afganizacion-articulo-372596