Víctor de Currea-Lugo | 19 de septiembre de 2012
En medio de la ola de protestas por la película que ridiculiza a Mahoma, un semanario francés sacó en 2012 unas caricaturas del profeta. Ahora, con el cierre de la cuenta de Twitter de Donald Trump, se revive el mismo debate.
El problema de los recientes desafíos a los musulmanes va mucho más allá del debate sobre el respeto a una religión y la libertad de expresión. Por eso, limitarse en este momento a precisiones conceptuales sobre libertades y derechos poco ayuda.
Los videos y las caricaturas que ridiculizan al profeta de 1.300 millones de personas aparecen con una intención política clara: provocar. Quienes están detrás de videos como Fitna y el reciente La inocencia de los musulmanes, o de las caricaturas publicadas en Dinamarca y ahora en Francia por el semanario satírico Charlie Hebdo, sabían que su acción equivale a gritar “¡fuego!” o “¡bomba!” en un estadio atiborrado de espectadores: sabían que habría estampida, que esta dejaría víctimas y que algunos aprovecharían dicha estampida para sus propias agendas igual de incendiarias.
Una parte importante de la opinión pública se limita al debate de derechos, leídos de manera dogmática, tal y como precisamente querían quienes publicaron los videos y quienes, desde el lado musulmán, alimentan el odio contra el mundo no musulmán, al que representan de una manera homogénea según la cual el kafir (el incrédulo) está dedicado únicamente a lo que consideran pecado. Lo demás es deducible.
Pero el islam no es solo eso, pues hay pensadores musulmanes que reivindican la tolerancia y el diálogo interreligioso. Reducir a los cristianos a las Cruzadas, a la teología de la liberación o a la Inquisición es simplista, inexacto y hasta peligroso, como lo sería reducir a los judíos a la ocupación de Palestina o a víctimas del Holocausto.
La perversa noción del choque de civilizaciones retuerce los hechos: Al Qaeda no atacó al Vaticano, sino a Wall Street, mientras que el 70% de las mezquitas de Faluya (en Irak) sí fueron destruidas por las tropas de ocupación de los Estados Unidos. Las ganas de islamofobia y de antioccidentalismo ya estaban, el combustible lo han puesto declaraciones, películas y dibujos, y los pirómanos de ambos lados estaban esperando el momento oportuno.
Adentrarnos en citas del Corán para mostrar que el islam es una religión de paz o de guerra es tan poco concluyente como usar unas pocas citas de la Tora o de la Biblia para definir por completo a los judíos o a los cristianos. Como decía el profesor Olivier Roy, el asunto no es lo que el Corán dice, sino lo que la gente cree que dice: al final se convierte en un debate semántico y un problema de interpretaciones de libros sagrados, en los cuales hay tanto citas para la paz como para la guerra.
El diálogo de civilizaciones —una propuesta de la ONU para aclarar entuertos— fue una estrategia que no pasó del titular y, por tanto, no tocó la agenda real para un diálogo fructífero. Dejemos de gritar “¡fuego!” para que, entonces sí, podamos hablar de manera racional sobre derechos.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/insensatez-de-gritar-fuego-articulo-376147