Víctor de Currea-Lugo | 11 de febrero de 2014
En Kabul, a pocos metros del Ministerio de Asuntos de la Mujer, queda el Centro de Emergencias Quirúrgicas para Víctimas de Guerra. Ambas instituciones representan un logro y a la vez un fracaso. Un logro en la medida que las mujeres tienen un doliente y que algunas víctimas de la guerra reciben ayuda especializada.
Un fracaso porque lo que se dice a favor de las mujeres en los pasillos ministeriales no se materializa en la cotidianidad afgana y porque las cifras de las víctimas de la guerra aumentan por encima de la oferta para atenderlas.
Según las agencias de las Naciones Unidas en el reciente informe sobre la suerte de la población civil en 2013, el panorama es lúgubre, y así lo expresa desde su título: “El costo humano del conflicto en Afganistán es espantoso”: 8.615 civiles fueron víctimas de la guerra el año anterior, más de 23 personas al día. En relación con 2012, el número de muertos aumentó 7% y el de heridos 17%.
Una de las principales causas es el uso de artefactos explosivos improvisados (IED, por sus siglas en inglés), que causaron 2.890 víctimas, mientras los restos explosivos de guerra (ERW, por sus siglas en inglés), es decir, los explosivos sin estallar, fueron responsables de 343 víctimas.
Según la ONU, 2013 ha sido el peor año para mujeres y niños, especialmente por IED. El número de niños afectados aumentó 34%, el de mujeres 36% y el de desplazados internos 25%. En 2013 resultaron afectados 1.756 niños y 746 mujeres. El total de desplazados fue de 124.354, lo que implica 340 nuevos desplazados al día, que se suman a los cientos de miles de desplazados de las últimas décadas.
El año pasado hubo 73 acciones que incluyeron ataques suicidas, lo que da un promedio de uno cada cinco días. Sólo el fuego cruzado entre las partes del conflicto fue responsable del 27% de las víctimas: 2.327, es decir, más de seis víctimas por este tipo de acciones al día.
Este año habrá elecciones en abril, tanto para elegir autoridades regionales como al presidente que remplazará a Hamid Karzai, en el poder desde hace 12 años. Una de las mayores preocupaciones es hacer posibles las elecciones mismas, sobre todo en las provincias dominadas por los diferentes grupos de talibanes.
Éstos, los talibanes, no sólo continúan en pie sino que su accionar militar ha aumentado. Durante 2013 reconocieron 153 ataques que afectaron a civiles, lo que representa un aumento del 292% en relación con el año anterior; mientras las fuerzas progubernamentales son responsables directas de casi un millar de víctimas. Al final de los comicios habrá un resultado, sin duda discutible, porque la falta de fe en los procesos electorales es tan grande como la corrupción, incluso en el campo electoral.
A nivel interno, las posibilidades de justicia son mínimas. En 2007, una amnistía firmada por los parlamentarios (la mayoría señores de la guerra) acabó con la justicia. A nivel internacional tampoco hay esperanzas.
El presidente Obama tenía una tarea relativamente fácil en Afganistán: hacerlo mejor que George W. Bush, y no lo logró. De hecho, Obama ha enviado más soldados a Afganistán que su antecesor.
Las víctimas siguen yendo al Centro de Emergencias Quirúrgicas para Víctimas de Guerra. Los mendigos con prótesis que piden limosna en las calles de Kabul muestran que no hay ayudas eficientes más allá de la atención médica. Y ésta, además, se concentra en la capital, pero es más precaria en las zonas rurales, tanto por falta de atención como de medios para llegar a la capital. Así, los civiles afganos, como en otras guerras, siguen poniendo los muertos.
Publicado originalmente en El Espectador: https://www.elespectador.com/noticias/elmundo/victimas-civiles-afganistan-articulo-474406