Uno, al país se le sigue mintiendo porque no hay tal exigencia de la ONU, ya que Jean Arnault asistió a La Habana como observador y no para imponer cosa alguna. Parece que se sigue cometiendo el mismo error del pasado: el Presidente no recibió la información completa sobre el estado de las negociaciones. Por eso urge que, como en el caso de las FARC, haya un canal directo entre Nicolás Rodríguez Bautista y el presidente de Colombia.
Dos, el valioso esfuerzo del pasado cese bilateral al fuego, entre octubre de 2017 y enero de 2018, no fue tenido en cuenta. En esa ocasión se diseñó un Mecanismo de Verificación que, desafortunadamente, no fue implementado de manera correcta. En diciembre pasado, el gran debate era si la Fuerza Pública podría ser examinada por El Mecanismo como pretendía el ELN, o sólo debería evaluarse las acciones de la insurgencia como pretendía el Estado. Lo bilateral de un cese no depende de cómo se llama sino de cómo se implementa. Tampoco se aprendió de la experiencia del cese entre las FARC y el Gobierno.
Tres, parece que el sector más retardatario de los militares ya no mira más como Presidente a Santos, sino que esperan ansiosos el retorno del uribismo. Esto evidencia dos problemas. Por un lado, que la política de paz no logró ser una política de Estado y se quedó reducida a una política de Gobierno. Y por otro lado, que la Delegación, como el resto del Gobierno, entró en una fase de interinidad improductiva.
Cuarto, pareciera que el Gobierno insiste en ganancias tácticas, para fabricar una derrota estratégica a la paz. Es decir: se insiste en un modelo de rendición de la guerrilla (lo táctico) sin querer enfrentar el verdadero objetivo de una construcción de paz más allá del fin de la violencia política (lo estratégico).
Cinco, el desperdicio del tiempo ha sido fundamentalmente culpa del Gobierno, más de 15 meses en la fase preliminar, once meses entre el anuncio de la Agenda y la instalación de la Mesa, el año 2017 porque no se tuvo ni un solo documento conjunto sobre temas esenciales. Como puede verse, no hubo respeto por el tiempo y ahora quiere reponerse tal desperdicio en una semana.
Seis, como en toda la historia del ELN, y serían muchos los casos a citar para ilustrar este punto, los medios de comunicación siguen construyendo una narrativa que no es ni responsable ni objetiva. Es muy difícil para cualquier Gobierno defender una paz cuando el enemigo aparece en los medios de una manera equivocada. La sociedad debe conocer a las partes negociadoras en su realidad y no en las interpretaciones de terceros.
Siete, a pesar de las voces del uribismo más radical que piden romper la Mesa de inmediato o que aspiran a la imposición de un nuevo escenario (concentración del ELN bajo supervisión internacional y cese de toda actividad), hay otras voces que de manera reflexiva proponen mantener la negociación buscando una nueva dinámica. La ventaja de negociar con Duque es que, teóricamente, no habría enemigos de esa paz. En todo caso, es mejor negociar con un Gobierno que comienza que con un Gobierno que termina.
Ocho, la comunidad internacional no va a dejar fácilmente que se deshaga la paz que tanto esfuerzo ha costado. El texto integral del Acuerdo con las FARC hace parte de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. Además, el esfuerzo de todos los países que han acompañado las negociaciones, pesa. A esto se suma, las declaraciones del FMI apoyando la paz. Pareciera que la paz en Colombia le debe más a la comunidad internacional que a la sociedad que votó por la continuación del uribismo.
Nueve, lo opuesto a una rendición es una negociación y en ella por definición las dos partes ganan algo y pierden algo. En una paz bien hecha, aunque le duela al uribismo, el ELN gana un algo, que sería precisamente su acumulado para saltar al escenario de la política legal. Pero no estoy abogando por una paz donde gane el ELN, sino por un proceso donde gane el país algo más que sacar la violencia de la política, aunque esto ya sería un gran paso.
Diez, todo lo anterior está cruzado por un error de fondo: Se persiste en negociar con el ELN que sueñan las élites y que imaginan los elenólogos (los llamados expertos en el ELN). El ELN de hoy no es el mismo del de los años 70, su asamblearismo es innegociable y su unidad existente, la Delegación del ELN recibe órdenes del Comando Central y no al revés como algunos pretenden. Si Duque decide continuar la Mesa y realmente quiere firmar, debe entonces ser consciente que se sentará con un ELN real que hasta el momento no ha renunciado a la lucha armada y que tampoco está derrotado, pero que sí tiene una voluntad real de sacar las armas de la política.
Publicado originalmente en teleSUR